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La preocupación no solo por un mayor confort sino, sobre todo, por preservar el planeta, ha inspirado una revolución tecnológica al servicio de un hogar inteligente y sostenible. El Hogar 4.0 no está tan lejos de como lo imaginó la ciencia ficción.
En "2001: Una odisea del espacio" el ser humano se iba de vacaciones a la Luna en confortables naves espaciales. En 2019, según Blade Runner, íbamos a pilotar coches voladores y a convivir con androides. Pero en 2022, aún andamos como andamos. Y es que no es fácil atisbar el futuro. Sin embargo, en lo que se refiere al hogar, no han sido tan disparatadas las predicciones de la literatura y el cine de ciencia ficción, al menos, en las obras del último medio siglo.
Si retrocedemos a comienzos del siglo XX sí que nos encontramos en novelas, ensayos e incluso campañas publicitarias con los más singulares vaticinios, auspiciados por una tecnología aún demasiado joven en aquellos años. Por ejemplo, la marca de cigarrillos Jean-Marc Côté’s apostaba, allá por 1915, por unas casas de madera con ruedas para la sociedad del año 2000. Apenas 10 años después, la empresa Vitaglass promocionaba su negocio de cristalería apostando por una casa del futuro diseñada por completo con un cristal que permitiría a sus habitantes tomar “saludables” baños de luz ultravioleta.
Todo comenzó a cambiar a mediados de siglo, y sobre todo a partir de la década de los 60. Autores de ciencia ficción “adulta”, como Isaac Asimov o Ray Bradbury, empezaron a concebir hogares inteligentes donde sus inquilinos controlaban la luz o la radio por medio de su voz, cuyo diseño buscaba la armonía con el entorno natural y con grandes pantallas que ocupaban un lugar preeminente en las distintas estancias de la casa.
Más de medio sigo después, aquellas ficciones se han convertido en buena medida en realidad gracias a la aplicación de las nuevas tecnologías y a una conciencia medioambiental en el diseño del Hogar 4.0. ¿El ejemplo de ficción más atinado? En Regreso al futuro 2, rodada en 1989 pero ambientada en parte en 2015, los protagonistas se movían en hogares donde todo estaba automatizado y controlado por voz (la televisión, las luces, la cocina… ), con un asistente tipo SIRI que se encargaba, además, del cuidado de las numerosas plantas que tenían presencia en cada habitación.
Está claro que el escenario doméstico del futuro, en el que ya empezamos a internarnos, no cuenta con sirvientes robotizados, camas criogénicas ni diseños fríos y asépticos. Por el contrario, día a día se imponen más hogares personalizables en cada elemento de su diseño y decoración, para los que se emplea una gran variedad de materiales naturales. Y sobre todo, hablamos de hogares cada vez más inteligentes.
Esta vivienda de nueva generación surge de una combinación de diseño innovador y práctico con un interior desarrollado para resultar confortable, sostenible y eficiente. En este sentido, la domótica y el Internet de las Cosas (IoT) se convierten en instrumentos fundamentales, aliados con un diseño dirigido a optimizar todos los recursos.
En esa optimización juegan un papel protagonista la nueva generación de materiales, algunos nada novedosos en su concepción, pero sí en su implantación más rotunda, como las ventanas con rotura del puente térmico o las fachadas ventiladas. Estos y otro tipo de soluciones permiten importantes ahorros energéticos que repercuten en el bolsillo del inquilino así como en la preservación del medioambiente.
Y si la eficiencia y la sostenibilidad en el Hogar 4.0 viene de la mano de la tecnología, su personificación esencial son las innovaciones informáticas aplicadas al hogar, lo que denominamos domótica. Una vez más, no hablamos de una novedad de facto, pero sí de una aplicación cada vez más extendida y desarrollada. Y lo que a priori podrían parecer meros gestos de comodidad ocultan en realidad importantes mejoras y beneficios.
Uno de los casos más extendidos de la aplicación de la domótica en el hogar es la iluminación, con importantes ahorros al ofrecer la posibilidad de regular la intensidad de la misma, amén de “refinamientos” como la creación de ambientes a través de los cambios de tonos o incluso la variación según el hilo musical. Pero lo mejor de la domótica es que no existen en realidad limitaciones en el desarrollo de sus aplicaciones, todo depende de la imaginación del desarrollador o del propio usuario.
En ese conjunto de tecnologías conectadas al servicio de la vivienda que es la domótica, juegan un papel crucial el 'Big Data' y el Internet de las Cosas, ambos al servicio de la Inteligencia Artificial. Los dos primeros analizan y gestionan todo tipo de información referente a temperaturas, tiempos, procesos, estado de consumibles, etc. que reciben de los diversos dispositivos de inteligencia artificial que tengamos conectados a nuestro Hogar 4.0. Ese trabajo en equipo no solo permitirá a esta tecnología actuar rápido en el momento preciso, sino que además aprenderá poco a poco con cada nueva experiencia, consiguiendo aumentar cada día más su eficiencia energética.
Pensemos, por ejemplo, en la posibilidad de programar un sistema que mida y controle la temperatura exterior e interior de la vivienda y, que en función de esa medición, suba o baje de manera autónoma las persianas de la casa o incluso active los aparatos de climatización para mantener las habitaciones a la temperatura ideal.
También puede ocuparse de nuestras plantas a través de un riego automático a partir de sensores de humedad y temperatura instalados en las macetas, y nos ofrece la posibilidad de controlar electrodomésticos o suministros (gas, luz o agua) a través de nuestro teléfono inteligente. Pero lo más interesante es la independencia que puede ofrecernos esta tecnología al no tener que preocuparnos, por ejemplo, de la lista de la compra, dado que el propio frigorífico o la lavadora pueden advertir carencia de alimentos, bebidas o suavizante y añadirlos a la lista correspondiente.
Como hemos apuntado, más allá del evidente confort de sus inquilinos, el desarrollo de la arquitectura del futuro y de un hogar cada vez más autónomo e inteligente viene impulsado por una sociedad consciente de su compromiso inexcusable para proteger el planeta. Es necesario reducir al máximo el impacto medioambiental consiguiendo, para ello, ofrecer un bienestar creciente con un consumo cada vez menor. En el campo de la construcción, esta meta es posible a través del uso de materiales no contaminantes y eficientes, aislamientos térmicos y acústicos y, sobre todo, con la mejora de los sistemas de edificación, lo que se ha dado en llamar la Construcción 4.0.
Este concepto de la industria de la edificación surge al calor de la denominada Cuarta Revolución Industrial, esto es, la Industria 4.0, y ha alcanzado el sector de la construcción como vía para ejecutar una revolución radical del mismo. En esencia, la Construcción 4.0 se basa en aprovechar las nuevas tecnologías para llevar a cabo una transformación digital del sector así como la industrialización de todos los procesos, consiguiendo con ello un ahorro económico y de recursos, así como una minimización de los errores, lo que incide una vez más en el citado ahorro.
El Big Data, el Internet de las Cosas, la computación en la nube, la robótica, la realidad virtual y aumentada, la impresión 3D o la ciberseguridad son algunas de las tecnologías que están resultando clave en la revolución de un sector tras la que llegará la disrupción de los modelos de negocio y las formas de afrontar las obras. Todo ello dirigido a que, cuando estemos disfrutando de la calidez del sofá de casa, podamos pensar que, de alguna manera, con nuestras decisiones conscientes de compra de la vivienda, su tecnología y la propia decoración, estamos colaborando en la preservación del planeta.
Fuente: Idealista News
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